No más pirotecnia, por una Navidad sin pólvora

No más pirotecnia, por una Navidad sin pólvora

En este espacio espero exponer las razones por las que considero los espectáculos de pirotecnia un anacronismo, y por tanto algo que debería acabarse si existiera una real conciencia ciudadana.

Primero que todo, me gustaría que indagáramos juntos en qué es la pólvora y cómo fue su origen. La pólvora no es un compuesto único y particular, sino que es una mezcla deflagrante en la que el potasio (75%) es protagonista acompañado de un poco de carbón (15%) y azufre (10%) para lograr la combustión. Entre la mayoría de los historiadores hay consenso al determinar el origen de esta mezcla, fechando su invención (involuntaria) en la primera mitad del siglo XIII y su uso bélico en la segunda mitad del mismo siglo (1280 aprox). Se habrá fijado, que puse involuntaria, ya que los alquimistas chinos dieron con la pólvora buscando todo lo contrario. Después de las múltiples invasiones de los hunos y los mongoles (razones para la Gran Muralla) los chinos habían quedado muy golpeados y los alquimistas tenía la orden, que después se convirtió en obsesión de encontrar la fórmula de la vida eterna.

Fue en una de esas eternas sesiones de alquimia que, al mezclar los elementos antes mencionados, los precursores científicos chinos dieron con la combinación exacta de lo que ahora conocemos como pólvora y es mayormente utilizada como propulsor de proyectiles. Es decir, buscando la vida encontraron un arma mortal que ha significado millones de muertes y uno de los primeros pasos en el camino hacia nuestra autodestrucción (armas de destrucción masiva como las ojivas nucleares y las bombas de hidrogeno).

Además de la violencia con la que la pólvora estalla, creando pánico y arrasando con fauna y flora (creación de incendios forestales), también ha ayudado a la contaminación atmosférica con gases nocivos que contribuyen al calentamiento global. Además, después de las tradicionales sesiones de pirotecnia está comprobado que los niveles de contaminación en las aguas de ríos, lagos y mares es mucho mayor.

Después de haber expuesto las razones fundamentales por las cuales una sociedad medianamente civilizada y moderna debería dejara en el pasado los espectáculos de fuegos artificiales por el bien de sus ecosistemas y lo animales silvestres que allí habitan y por no incrementar la ya desfasada contaminación auditiva, podríamos entrar a analizar razones más cercanas a los intereses particulares de cada hogar. Cualquiera que haya tenido un perro o un gato se habrá dado cuenta del pánico causado por estas detonaciones “controladas” en estos miembros de la familia. Por eso, considero que cualquiera que le quiera hacer justicia a la lealtad de los mejores amigos de las personas, debería propender por el fin de la pirotecnia por el bienestar de los que no tienen voz para defenderse. Así mismo, las familias que tengan miembros autistas sabrán todo el daño y terror que producen los estruendosos ruidos producto de estas manifestaciones, pongámonos por un momento en los zapatos de los que por una condición perciben la realidad totalmente diferente a lo que nosotros vemos, y abstraídos en su “dimensión personal” son forzados a ser parte de la nuestra por medio de estallidos que a cualquiera que cojan desprevenido lo hacen pensar en la guerra. Si usted se piensa así mismo, como un abanderado por las causas colectivas, no puede defender un espectáculo que causa tanto daño a los desvalidos. Y más, si le sumamos los quemados por la manipulación ilegal que año con año llenan las noticias, pero que no sirven de lección para los demás que se creen intocables.

Escribo esto sobre todo para los bogotanos, y me adelanto a los que argumentan que la pirotecnia no se debe acabar, sino que más bien debería ser de uso exclusivo de profesionales expertos. Señor o señora, que vive en la capital y no es consciente de la riqueza ambiental que tenemos. La pólvora, ilegal o manipulada por expertos causa pánico en las miles de especies de aves que pueblan nuestros humedales y los cientos de jardines de los alrededores o ubicados en el corazón de nuestra ciudad. Esa pólvora de los expertos también cae y muchas veces ha sido la causa de los incendios forestales en  nuestros cerros orientales. Colombia es un país con una población gigante de perros y gatos callejeros, y si nuestros perros en el confort del hogar y arropados por los abrazos y mimos se aterran con la pirotecnia, que será de los “chandosos” que duermen a la intemperie y sin nadie que los calme.

La próxima vez que defiendan este espectáculo tan arcaico, piensen en todos los perjudicados. No es posible que en pleno 2020 y en una sociedad que ya conquistó lugares del espacio, circunnavega el globo con la precisión de lo radares y da la vuelta al mundo en apenas horas gracias a la velocidad de los aviones supersónicos no puede seguir maravillándose por del ruido y el destello de elementos químicos que combinados dan diferentes colores y sonidos. Considero que tenemos espectáculos más complejos y estimulantes que la pirotecnia, no sólo por ser ya un oficio milenario, sino por lo poco que exige del espectador. Eventos mucho más antiguos como el deporte, el teatro, la danza y la música le exigen un poco más al ojo y al resto de los sentidos. El instinto que permite al hombre del siglo XXI seguir emocionándose con el estallido y el brillo del fuego es el más primitivo y simple de todos, es uno del que nos tenemos que desprender para avanzar al mismo paso de la tecnología.